
Por Jorge Santos (*)
Hermenéutica es una palabra difícil que significa, en sentido general, interpretación. Es una palabra con una gran tradición filosófica, desde la antigüedad aparecen ciertos conceptos y fenómenos que reclaman ser interpretados, descifrados. En este artículo sostendré que el Peronismo como concepto o idea política así como fenómeno social reclama una acción hermenéutica, reclama interpretación.
¿Por qué? Por el gran poder simbólico que esta palabra conserva: el deseo de apropiación de este poder a generado (y aún genera) batallas ideológicas que marcan nuestra historia y nuestro presente.
I
“¿Que es el peronismo?” Suelen preguntarnos cuando visitamos otros países o en charlas políticas vernáculas, para muchos (me incluyo) es un movimiento político indescifrable. La respuesta que solemos dar: humm..........¿?.
A pesar de todo lo escrito y lo dicho sigue siendo en parte, una incógnita, una aporía, en parte una pregunta sin respuesta y, tal vez, allí resida su fuerza y su misterio.
La idea de este artículo no es intentar contestar exhaustivamente la pregunta sino transitar otro camino, no recorrer la genealogía histórica, ni describir la coyuntura social y política que da origen al peronismo. Sino ahondar el carácter de “no respuesta”, sumergirse en lo inasible, lo polisémico, lo simbólico que, quizás, sea lo que lo hace inagotable e inabarcable, lo transforma en una cicatriz ineludible que marca la memoria colectiva de los argentinos.
Para transitar por el pantanoso terreno de lo simbólico utilizaré tres definiciones que servirán de vehículo para iniciar la indagación: “subsuelo de la patria sublevado” de Raúl Scalabrini Ortiz, “aluvión zoológico” de Ernesto Sanmartino, “hecho maldito del país burgués” de John Willian Cooke.
La primera pertenece a un histórico militante del nacionalismo popular (de origen radical), y del primer peronismo del que luego se distancia. Es una frase de alto contenido simbólico que identifica al peronismo con lo oculto, lo silenciado que, sin embargo, sostiene a lo visible, a lo expresado.
La palabra que utiliza es “subsuelo”, de obvio contenido metafórico, pues esta claro que no se refiere a un hecho meramente geológico. Este carácter de sub, remite a otros: sub-terraneo, sub-consciente, sub-urbano. Pero además este sub... se encuentra “sublevado”, rebelado, revelado, que no solo quiere decir insurrecto, sino expuesto a la vista, vuelto visible. Efectivamente el peronismo implica una irrupción no prevista en la historia y en nuestra conciencia colectiva. Algo oculto en el relato oficial de la patria: invisible para la historia, la política, la economía del país. Emerge repentinamente, se muestra, se expone, se revela ante otros pero también ante si mismo toma conciencia e identidad como clase, grupo o movimiento, (conciencia “para si”). Con sus palabras Scalabrini señala el arribo de algo poderoso y reprimido que trasformara la visión que teníamos los argentinos de nosotros mismos (nuestra conciencia de ser el granero del mundo y conformar una población descendida de los barcos).
El “aluvión zoológico” es la despectiva adjetivación con la que, el diputado Radical, describe al peronismo y que es reivindicada por la flor y nata del antiperonismo. Tiene, además de un claro tinte racista, un significado opuesto a la afirmación de Scalabrini pues la posición de Sanmartino es abiertamente reaccionaria. Sin embargo en tanto metáfora de emergencia inesperada tiene un signo idéntico: señala un arribo no previsto. “El aluvión” es también una metáfora geológica, emerge y todo lo inunda, todo lo invade, con la fuerza de la tierra, de lo oculto y subterráneo. Por su parte “zoológico” remite a la animalidad, a lo monstruoso, a la bestialidad americana que viene de tierras adentro y no de Europa, emergiendo del subsuelo al suelo, del subconsciente a la conciencia, del silencio a la historia, de la negación a la vida pública, del olvido a la memoria colectiva de nuestro pueblo.
La última frase pertenece a Jhon Willian Cooke: “el hecho maldito del país burgués”. El peronismo es un “hecho maldito” para la conciencia burguesa de la patria que se encuentra con un acontecimiento que no puede racionalizar sin modificar de raíz su discurso, un acontecimiento que no tiene espacio en su versión de la historia (y en definitiva en su “conciencia”) pero que no puede eludir por que “emerge”, se “revela”, es un “aluvión”. Un hecho traumático que ya no la va a dejar dormir tranquila, la va a acosar desde oscuros territorios “subterráneos”, “subconscientes”, “suburbanos” (o conurbanos), en definitiva: malditos.
Concluyendo, el peronismo parece ser el instrumento (el puente) simbólico a través del que una clase ocultada, reprimida, silenciada, llega, irrumpe, arriba, a la vida publica de nuestro país y a nuestra conciencia colectiva. No nos detendremos en la discusión sobre si es la clase trabajadora la que forja este instrumento simbólico-político, o es el líder del movimiento el que coopta a la clase trabajadora conformándola de acuerdo a intereses ajenos ella, no lo considero un hecho relevante para la interpretación.
Lo cierto es que, el hecho fundamental que implica la emergencia de la clase trabajadora, su toma de conciencia, su reconocimiento en cuanto actor político y sujeto de derechos laborales, civiles y políticos ( en definitiva derechos humanos) se hace a través del peronismo. A través de él los que estaban en la categoría de subterráneos, los negados por la historia, reivindican su humanidad, su carácter de personas que tienen derecho a ser reconocidas como tales.
II
Cuales son las reacciones ante esta emergencia inesperada: acoplarse, o negarla y reprimirla. La clase trabajadora no solo emerge a la conciencia de la patria sino que toma el poder por una década hasta que es desalojada por un golpe de estado.
Hay tres líneas generales de reacción:
1)los que ven el arribo de los trabajadores con signo positivo y se acoplan al movimiento. Provienen desde los más diversos sectores nacionalismo popular, socialismo, comunismo, sindicalismo revolucionario, nacionalismo católico, radicalismo.
2) Los dirigentes y militantes de izquierda tradicional que ven aparecer una formidable competencia respecto del sector de la población que pretenden representar. Para ellos el instrumento simbólico-político con el que la clase trabajadora debe acceder a la vida publica y al poder se llama socialismo o comunismo. Lo que expresa el peronismo les es totalmente ajeno e incomprensible pues no hay ningún gran relato europeo que hable de un fenómeno semejante, y menos con esas características “zoológicas”. Estos no pueden sino asociarlo con alguna forma autóctona de fascismo.
3) Por último está la tradición conservadora unida a un amplio sector de la clase media representada por el radicalismo, que desaprueba cualquier tipo de emergencia de la clase trabajadora sea cual sea el instrumento simbólico y los modos o metodologías políticas con que la hagan, para estos el empoderamiento de esos sectores implica la perdida respectiva de su poder y sus privilegios, por lo que son abiertamente antiperonistas y antipopulares.
Los sectores 2) y 3) conforma el clásico gorilismo en sus variantes izquierda y derecha. Ellos van a tener su oportunidad de ejercer el poder luego del golpe del 55. ¿De que manera responden al desafío planteado por el nuevo emergente?: represión, no solo física (fusilamientos, cárceles, torturas) sino fundamentalmente simbólica. Negación, vuelta a la oscuridad, al silencio, los trabajadores debían ser despojados del derecho a la palabra y a los símbolos, del derecho a la conciencia. El decreto 4161, llama a desperonizar la sociedad, a hacer desaparecer de la historia la “emergencia del subsuelo”, a eliminar el “hecho maldito”, frenar el “aluvión zoológico”. Debía eliminarse el partido y desterrar a sus dirigentes pero, sobre todo, había que destruir sus símbolos, las palabras que nombraban los años de felicidad. Prohibido bajo penas severísimas nombrar a Perón y a Eva, cantar la marcha, exhibir o conservar fotos e insignias, la orden fue destruir todo lo que los señalara, que los indicara, que recordara el lugar que ocupaban y ocupan en nuestra memoria, borrarlos de la conciencia popular, de la historia. La clase trabajadora no debía tener símbolo, debía quebrarse el puente que había encontrado para acceder al poder. Sabemos que el plan político de la “Libertadora”, en parte, fracasó, pero solo en parte.
III
Lo dicho hasta ahora me permite afirmar con alguna certidumbre, que una cuota importante de poder que aún conserva el peronismo reside en su carácter signo de la emergencia de los trabajadores en la vida pública, en el hecho de ser el conjunto de ideas y acciones que se convierten en el vehículo, el sendero a través del cual una clase censurada y reprimida emerge en la vida nacional, toma la voz, la palabra y el poder.
Peronismo se llamó en nuestro país, en otros se llamó diferente, socialismo, comunismo, revolución nacional, agrarismo. Los símbolos no son necesariamente equivalentes, son vehículos que sirven para transitar circunstancias históricas. Peronismo es el que, por una conjunción de azares, voluntades y circunstancias, pudo construir nuestro pueblo.
Es un signo poderoso que atraviesa nuestro último medio siglo de historia y que milagrosamente, en la década del setenta canaliza un nuevo emergente histórico fruto de los años de proscripción, exilio y guerra fría: la Juventud. Este nuevo sujeto aparece evidenciando conciencia “para si” y reclamando un espacio en la conciencia de todos. En nuestro país, por una variedad indescifrable de circunstancias, la juventud retoma la tradición simbólica del peronismo, lo resignifica, lo vuelve a llenar de mística y le permite resurgir luego de ininterrumpidos lustros de persecuciones, silenciamientos y prohibiciones.
Son años de nuevas rebeliones, revelaciones, conflictos, confrontaciones que alentarán en los sectores conservadores un nuevo y brutal intento de represión y negación de la historia. Debía erradicarse, esta vez de manera eficiente y exitosa, física y simbólicamente la reemergencia de los años setenta. Recuerdo las palabras de un macabro general en el usurpado ejercicio de la presidencia: “es incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo, está desaparecido”, estaba negando la existencia física del militante secuestrado, pero en su delirio de poder creía posible erradicar a los que desaparecían de su existencia simbólica, extirparlos de los momentos compartidos, de las fechas de cumpleaños, de nuestros recuerdos queridos, de nuestras alegrías y tristezas, de nuestra memoria. Y casi lo logran.
IV
Los años del golpe y el intento de transformación neoliberal del movimiento que hace el menemismo, (recuerdo a Triaca diciendo que la estrofa “combatiendo al capital” de la Marcha Peronista era apenas una “licencia poética”), hacen que caiga en una franca decadencia y perdida de prestigio.
Sin embargo, observamos la insistencia con la que, los enemigos históricos del peronismo, intentan ocuparlo y trasformarlo en su signo opuesto, a veces con un éxito notable. Vemos constantemente sectores y personajes de la más diversa índole (empezando por Massera, pasando por Dalesio de Viola y los Alsogaray para llegar a Macri o De Narváez) se disputan las consignas, las insignias, las canciones, los retratos que señalan una historia que nos precede y marcan nuestra memoria. Saben que hay grandes sectores de la población que aun lo vinculan a la conquista de derechos, de voz y palabra, es todavía un signo poderoso.
También nos habla del peronismo el miedo y los prejuicios que aun persisten en la conciencia burguesa canalizada y amplificada por lo grandes medios de comunicación: constantemente nos recuerdan que en el “conurbano profundo”, en el segundo y tercer cordón suburbano (subterráneo, subconsciente) habitan y acechan aún algunas variedades zoológicas conocidas como los grasitas o lo cabecitas negras, cooptados por el clientelismo político y siempre dispuestos al ocio, a los piquetes y al perjuicio gratuito de inocentes automovilistas que solo quieren llegar honestamente a sus lugares de trabajo.
Claro que los símbolos se agotan de mal utilizarlos, bastardearlos, reivindicarlos con fines espurios. También en cierto que nuevos tiempos y nuevos desafíos exigen nuevas construcciones simbólicas. Es una incógnita aún cual será la utilidad de este signo para enfrentar nuevos tiempos, ¿tendrá aún la vitalidad suficiente? Y, en todo caso, ¿sabremos construir nuevos instrumentos para conjurar nuevos y viejos desafíos? : integración latinoamericana, justicia social, desarrollo equitativo, conservación de los recursos naturales y de medio ambiente.
Lo seguro es que, si somos capaces de crear uno nuevo instrumento simbólico para transitar el futuro, este no podrá negar al peronismo, su realidad histórica y el lugar que ocupa en nuestra memoria colectiva. Cualquier construcción que intentemos debe aprender y retomar lo mejor de esta tradición: su carácter nacional, popular, plebeyo, antiimperialista, latinoamericanista, la reivindicación de la justicia social, la soberanía política y la independencia económica. Y me animo a decir mas, cualquier camino que elijamos debe ir tras el sueño mas profundo del peronismo: construir un país para todos, sea cual sea nuestro color de ojos o de piel, descendamos de los barcos o del interior profundo de nuestra América, combatiendo los prejuicios, el racismo, la inequidad existente en nuestro tierra y en el persistente carácter colonial y colonizado de su conciencia burguesa. Tal vez, cuando el sueño se cumpla y haya una patria para todos, el inasible signo sea conjurado y deje de ser, finalmente, nuestro hecho maldito.
¿Por qué? Por el gran poder simbólico que esta palabra conserva: el deseo de apropiación de este poder a generado (y aún genera) batallas ideológicas que marcan nuestra historia y nuestro presente.
I
“¿Que es el peronismo?” Suelen preguntarnos cuando visitamos otros países o en charlas políticas vernáculas, para muchos (me incluyo) es un movimiento político indescifrable. La respuesta que solemos dar: humm..........¿?.
A pesar de todo lo escrito y lo dicho sigue siendo en parte, una incógnita, una aporía, en parte una pregunta sin respuesta y, tal vez, allí resida su fuerza y su misterio.
La idea de este artículo no es intentar contestar exhaustivamente la pregunta sino transitar otro camino, no recorrer la genealogía histórica, ni describir la coyuntura social y política que da origen al peronismo. Sino ahondar el carácter de “no respuesta”, sumergirse en lo inasible, lo polisémico, lo simbólico que, quizás, sea lo que lo hace inagotable e inabarcable, lo transforma en una cicatriz ineludible que marca la memoria colectiva de los argentinos.
Para transitar por el pantanoso terreno de lo simbólico utilizaré tres definiciones que servirán de vehículo para iniciar la indagación: “subsuelo de la patria sublevado” de Raúl Scalabrini Ortiz, “aluvión zoológico” de Ernesto Sanmartino, “hecho maldito del país burgués” de John Willian Cooke.
La primera pertenece a un histórico militante del nacionalismo popular (de origen radical), y del primer peronismo del que luego se distancia. Es una frase de alto contenido simbólico que identifica al peronismo con lo oculto, lo silenciado que, sin embargo, sostiene a lo visible, a lo expresado.
La palabra que utiliza es “subsuelo”, de obvio contenido metafórico, pues esta claro que no se refiere a un hecho meramente geológico. Este carácter de sub, remite a otros: sub-terraneo, sub-consciente, sub-urbano. Pero además este sub... se encuentra “sublevado”, rebelado, revelado, que no solo quiere decir insurrecto, sino expuesto a la vista, vuelto visible. Efectivamente el peronismo implica una irrupción no prevista en la historia y en nuestra conciencia colectiva. Algo oculto en el relato oficial de la patria: invisible para la historia, la política, la economía del país. Emerge repentinamente, se muestra, se expone, se revela ante otros pero también ante si mismo toma conciencia e identidad como clase, grupo o movimiento, (conciencia “para si”). Con sus palabras Scalabrini señala el arribo de algo poderoso y reprimido que trasformara la visión que teníamos los argentinos de nosotros mismos (nuestra conciencia de ser el granero del mundo y conformar una población descendida de los barcos).
El “aluvión zoológico” es la despectiva adjetivación con la que, el diputado Radical, describe al peronismo y que es reivindicada por la flor y nata del antiperonismo. Tiene, además de un claro tinte racista, un significado opuesto a la afirmación de Scalabrini pues la posición de Sanmartino es abiertamente reaccionaria. Sin embargo en tanto metáfora de emergencia inesperada tiene un signo idéntico: señala un arribo no previsto. “El aluvión” es también una metáfora geológica, emerge y todo lo inunda, todo lo invade, con la fuerza de la tierra, de lo oculto y subterráneo. Por su parte “zoológico” remite a la animalidad, a lo monstruoso, a la bestialidad americana que viene de tierras adentro y no de Europa, emergiendo del subsuelo al suelo, del subconsciente a la conciencia, del silencio a la historia, de la negación a la vida pública, del olvido a la memoria colectiva de nuestro pueblo.
La última frase pertenece a Jhon Willian Cooke: “el hecho maldito del país burgués”. El peronismo es un “hecho maldito” para la conciencia burguesa de la patria que se encuentra con un acontecimiento que no puede racionalizar sin modificar de raíz su discurso, un acontecimiento que no tiene espacio en su versión de la historia (y en definitiva en su “conciencia”) pero que no puede eludir por que “emerge”, se “revela”, es un “aluvión”. Un hecho traumático que ya no la va a dejar dormir tranquila, la va a acosar desde oscuros territorios “subterráneos”, “subconscientes”, “suburbanos” (o conurbanos), en definitiva: malditos.
Concluyendo, el peronismo parece ser el instrumento (el puente) simbólico a través del que una clase ocultada, reprimida, silenciada, llega, irrumpe, arriba, a la vida publica de nuestro país y a nuestra conciencia colectiva. No nos detendremos en la discusión sobre si es la clase trabajadora la que forja este instrumento simbólico-político, o es el líder del movimiento el que coopta a la clase trabajadora conformándola de acuerdo a intereses ajenos ella, no lo considero un hecho relevante para la interpretación.
Lo cierto es que, el hecho fundamental que implica la emergencia de la clase trabajadora, su toma de conciencia, su reconocimiento en cuanto actor político y sujeto de derechos laborales, civiles y políticos ( en definitiva derechos humanos) se hace a través del peronismo. A través de él los que estaban en la categoría de subterráneos, los negados por la historia, reivindican su humanidad, su carácter de personas que tienen derecho a ser reconocidas como tales.
II
Cuales son las reacciones ante esta emergencia inesperada: acoplarse, o negarla y reprimirla. La clase trabajadora no solo emerge a la conciencia de la patria sino que toma el poder por una década hasta que es desalojada por un golpe de estado.
Hay tres líneas generales de reacción:
1)los que ven el arribo de los trabajadores con signo positivo y se acoplan al movimiento. Provienen desde los más diversos sectores nacionalismo popular, socialismo, comunismo, sindicalismo revolucionario, nacionalismo católico, radicalismo.
2) Los dirigentes y militantes de izquierda tradicional que ven aparecer una formidable competencia respecto del sector de la población que pretenden representar. Para ellos el instrumento simbólico-político con el que la clase trabajadora debe acceder a la vida publica y al poder se llama socialismo o comunismo. Lo que expresa el peronismo les es totalmente ajeno e incomprensible pues no hay ningún gran relato europeo que hable de un fenómeno semejante, y menos con esas características “zoológicas”. Estos no pueden sino asociarlo con alguna forma autóctona de fascismo.
3) Por último está la tradición conservadora unida a un amplio sector de la clase media representada por el radicalismo, que desaprueba cualquier tipo de emergencia de la clase trabajadora sea cual sea el instrumento simbólico y los modos o metodologías políticas con que la hagan, para estos el empoderamiento de esos sectores implica la perdida respectiva de su poder y sus privilegios, por lo que son abiertamente antiperonistas y antipopulares.
Los sectores 2) y 3) conforma el clásico gorilismo en sus variantes izquierda y derecha. Ellos van a tener su oportunidad de ejercer el poder luego del golpe del 55. ¿De que manera responden al desafío planteado por el nuevo emergente?: represión, no solo física (fusilamientos, cárceles, torturas) sino fundamentalmente simbólica. Negación, vuelta a la oscuridad, al silencio, los trabajadores debían ser despojados del derecho a la palabra y a los símbolos, del derecho a la conciencia. El decreto 4161, llama a desperonizar la sociedad, a hacer desaparecer de la historia la “emergencia del subsuelo”, a eliminar el “hecho maldito”, frenar el “aluvión zoológico”. Debía eliminarse el partido y desterrar a sus dirigentes pero, sobre todo, había que destruir sus símbolos, las palabras que nombraban los años de felicidad. Prohibido bajo penas severísimas nombrar a Perón y a Eva, cantar la marcha, exhibir o conservar fotos e insignias, la orden fue destruir todo lo que los señalara, que los indicara, que recordara el lugar que ocupaban y ocupan en nuestra memoria, borrarlos de la conciencia popular, de la historia. La clase trabajadora no debía tener símbolo, debía quebrarse el puente que había encontrado para acceder al poder. Sabemos que el plan político de la “Libertadora”, en parte, fracasó, pero solo en parte.
III
Lo dicho hasta ahora me permite afirmar con alguna certidumbre, que una cuota importante de poder que aún conserva el peronismo reside en su carácter signo de la emergencia de los trabajadores en la vida pública, en el hecho de ser el conjunto de ideas y acciones que se convierten en el vehículo, el sendero a través del cual una clase censurada y reprimida emerge en la vida nacional, toma la voz, la palabra y el poder.
Peronismo se llamó en nuestro país, en otros se llamó diferente, socialismo, comunismo, revolución nacional, agrarismo. Los símbolos no son necesariamente equivalentes, son vehículos que sirven para transitar circunstancias históricas. Peronismo es el que, por una conjunción de azares, voluntades y circunstancias, pudo construir nuestro pueblo.
Es un signo poderoso que atraviesa nuestro último medio siglo de historia y que milagrosamente, en la década del setenta canaliza un nuevo emergente histórico fruto de los años de proscripción, exilio y guerra fría: la Juventud. Este nuevo sujeto aparece evidenciando conciencia “para si” y reclamando un espacio en la conciencia de todos. En nuestro país, por una variedad indescifrable de circunstancias, la juventud retoma la tradición simbólica del peronismo, lo resignifica, lo vuelve a llenar de mística y le permite resurgir luego de ininterrumpidos lustros de persecuciones, silenciamientos y prohibiciones.
Son años de nuevas rebeliones, revelaciones, conflictos, confrontaciones que alentarán en los sectores conservadores un nuevo y brutal intento de represión y negación de la historia. Debía erradicarse, esta vez de manera eficiente y exitosa, física y simbólicamente la reemergencia de los años setenta. Recuerdo las palabras de un macabro general en el usurpado ejercicio de la presidencia: “es incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo, está desaparecido”, estaba negando la existencia física del militante secuestrado, pero en su delirio de poder creía posible erradicar a los que desaparecían de su existencia simbólica, extirparlos de los momentos compartidos, de las fechas de cumpleaños, de nuestros recuerdos queridos, de nuestras alegrías y tristezas, de nuestra memoria. Y casi lo logran.
IV
Los años del golpe y el intento de transformación neoliberal del movimiento que hace el menemismo, (recuerdo a Triaca diciendo que la estrofa “combatiendo al capital” de la Marcha Peronista era apenas una “licencia poética”), hacen que caiga en una franca decadencia y perdida de prestigio.
Sin embargo, observamos la insistencia con la que, los enemigos históricos del peronismo, intentan ocuparlo y trasformarlo en su signo opuesto, a veces con un éxito notable. Vemos constantemente sectores y personajes de la más diversa índole (empezando por Massera, pasando por Dalesio de Viola y los Alsogaray para llegar a Macri o De Narváez) se disputan las consignas, las insignias, las canciones, los retratos que señalan una historia que nos precede y marcan nuestra memoria. Saben que hay grandes sectores de la población que aun lo vinculan a la conquista de derechos, de voz y palabra, es todavía un signo poderoso.
También nos habla del peronismo el miedo y los prejuicios que aun persisten en la conciencia burguesa canalizada y amplificada por lo grandes medios de comunicación: constantemente nos recuerdan que en el “conurbano profundo”, en el segundo y tercer cordón suburbano (subterráneo, subconsciente) habitan y acechan aún algunas variedades zoológicas conocidas como los grasitas o lo cabecitas negras, cooptados por el clientelismo político y siempre dispuestos al ocio, a los piquetes y al perjuicio gratuito de inocentes automovilistas que solo quieren llegar honestamente a sus lugares de trabajo.
Claro que los símbolos se agotan de mal utilizarlos, bastardearlos, reivindicarlos con fines espurios. También en cierto que nuevos tiempos y nuevos desafíos exigen nuevas construcciones simbólicas. Es una incógnita aún cual será la utilidad de este signo para enfrentar nuevos tiempos, ¿tendrá aún la vitalidad suficiente? Y, en todo caso, ¿sabremos construir nuevos instrumentos para conjurar nuevos y viejos desafíos? : integración latinoamericana, justicia social, desarrollo equitativo, conservación de los recursos naturales y de medio ambiente.
Lo seguro es que, si somos capaces de crear uno nuevo instrumento simbólico para transitar el futuro, este no podrá negar al peronismo, su realidad histórica y el lugar que ocupa en nuestra memoria colectiva. Cualquier construcción que intentemos debe aprender y retomar lo mejor de esta tradición: su carácter nacional, popular, plebeyo, antiimperialista, latinoamericanista, la reivindicación de la justicia social, la soberanía política y la independencia económica. Y me animo a decir mas, cualquier camino que elijamos debe ir tras el sueño mas profundo del peronismo: construir un país para todos, sea cual sea nuestro color de ojos o de piel, descendamos de los barcos o del interior profundo de nuestra América, combatiendo los prejuicios, el racismo, la inequidad existente en nuestro tierra y en el persistente carácter colonial y colonizado de su conciencia burguesa. Tal vez, cuando el sueño se cumpla y haya una patria para todos, el inasible signo sea conjurado y deje de ser, finalmente, nuestro hecho maldito.
(*) Licenciado en Filosofía UBA.